viernes, 22 de junio de 2018

GABINETES DE CURIOSIDADES


Me gustaría compartir una historia que me encanta, así como ha encantado toda la sociedad europea en los siglos XVI y XVII principalmente. Es la clase de historia que revela cuánto el hombre es propenso a creer en aquello que aún no conoce cuando es relatado por alguien fiable o que tenga una buena retórica, a tal punto que se convierta en una verdad. Pero la historia de hoy también revela la sed del hombre por el conocimiento, que es lo que ha hecho posible el desarrollo de la humanidad hasta al punto en el que hoy vemos y vivimos, y que no se detiene. 
Se trata de los "gabinetes de curiosidades", o también llamados "cuartos de maravillas".

Esta historia comienza a tener importancia y adquiere las características de lo que voy a contar, en el siglo XVI, época del Renacimiento, de la valoración máxima del conocimiento y del hombre tal como no se experimentaba desde la antigüedad clásica. Época de las grandes navegaciones ultramarinas, del descubrimiento de las indias y de los viajes envueltos en historias aterradoras. Recordemos de que hasta que Colón llegase realmente a las Indias, aún se concebía la idea de que la Tierra era llana (a pesar de que antes de Cristo los griegos ya habían concebido la idea que la Tierra era esférica). Continúa a través el siglo XVII época del Barroco, de la extravagancia, del exceso, de la pasión, de la lucha entre dogmas de fe. 

En estos dos siglos, principalmente, se rescató la moda del coleccionismo nacida un siglo antes. Pero en aquel momento, la clase de objetos coleccionados era muy diferente de lo que se hacía antes, y ahora interesaba también a una nueva clase de hombres, los eruditos, que buscaban sus objetos deseados en lugares no convencionales, como por ejemplo, el mercado de pescado. Un siglo antes aún sería una maldición para los coleccionistas buscar objetos en lugares como este, pues hasta principios del siglo XVI coleccionar era privilegio de príncipes, cuyos intereses se concentraban en objetos al mismo tiempo bonitos y preciosos, que aumentaban su fortuna y su poder.

Ejemplos de objetos de interés de los gabinetes de curiosidades
Esos objetos de nuevo interés eran traídos para la venta a coleccionistas nobles y eruditos, pero también a quien pudiera pagar por ellos,  personas sedientas de cosas exóticas de los nuevos mundos descubiertos. Esos coleccionistas fueran de extrema importancia para la historia, pues las habitaciones con sus muebles especiales y con sus contenidos fueran nada menos que los  precursores de los museos de historia natural.

Las colecciones estaban compuestas de toda... toda clase de objetos orgánicos e inorgánicos, preferiblemente aún no conocidos. Los estudiosos organizaban y catalogaban los objetos para su investigación científica, o, cuando eran adquiridos por nobles adinerados, solo para exhibición. En relación a la distribución de los objetos en los muebles y en la habitación, de acuerdo con la preferencia o cantidad disponible, estaban organizados en 4 categorías: Naturalia (criaturas y objetos naturales), Exotica (plantas y animales exóticos), Scientifica (Instrumentos científicos) y Artificialia (antigüedades, obras de arte y otros objetos creados por la mano del hombre).
Seres vivos y inorgánicos de toda clase eran coleccionados y estudiados.
Esos coleccionistas fomentaban el comercio de tales objetos, y supuestos animales - o parte de ellos pues no era raro que a veces se ofertase solo partes de los animales. Había de todo: cuernos de unicornio, cola de dragón, alas de hadas, partes de conejo de tres cabezas, cola de sirena, puerco-espinos, pingüinos, corales marinos, cabezas cortadas, estatuas de dioses grecolatinos, cuernos jamás vistos, conchas gigantes y una infinidad de otras cosas exóticas. Para los casos de animales, los taxidermistas fueron compañeros importantes tanto de los vendedores mal como bien intencionados, pero también trabajaron para los coleccionistas más serios. Además de las trampas que podrían haber, habían lógicamente objetos y seres reales que formaban  colecciones que eran verdaderas y magníficas enciclopedias visuales, formadas por cosas jamás exhibidas. Todo ese nuevo mundo era entonces posible de ser conocido por aquellos que no se atrevían a entrar en un barco y cruzar el océano, y alimentaba la imaginación de la gente ampliando el deseo por lo conocimiento.
Todo eso expresaba una visión de mundo dominado por ideas de metamorfosis y significados oscuros y ocultos. Lo que el método científico, aún en sus principios, podría producir sería utilizado como material de indagación profunda sobre la naturaleza del universo, la mente de Dios.

Como todo lo que es vanguardia, claro que había quien se opusiera a todo eso. Principalmente porque se estaba tratando con cosas que parecían sobrenaturales o antinaturales, y eso era grave pecado en un época de profunda influencia de la Iglesia. 
Los interesados en no cambiar y mantener las fronteras entre lo conocido y lo desconocido ofrecían considerable resistencia. La Iglesia recurría a los escritos de San Agustín (del siglo IV) y Santo Tomás de Aquino (siglo XIII), que ponderaban hasta dónde la curiosidad podría llevar a los creyentes. Muchos siglos antes en el XII, el monje cisterciense francés Bernardo de Claraval, ya advertía vehementemente a aquellos que se interesaban más por las cosas desconocidas en la Tierra que por las del cielo, diciendo:
" ¿Por qué los monjes que deberían dedicarse a sus estudios necesitan enfrentarse a esas ridículas monstruosidades? ¿De qué sirve esa belleza deformada, esa elegante deformidad? ¿Esos  rústicos monos? ¿Los leones salvajes? ¿Los monstruos centauros? ¿Esos semi humanos? ¿Los tigres pintados? Se puede ver una cabeza con muchos cuerpos o un cuerpo con muchas cabezas. Aquí tenemos a un animal con cola de serpiente, allá a un pez con cabeza de animal. Más allá tenemos un cuadrúped cuya delantera es un caballo y la trasera es de una cabra; y aún más adelante vemos a un animal de cuernos con trasero de caballo...En el nombre de Dios! Si no nos avergonzamos de esas tonterías, ¿por qué al menos no nos indignamos con los costes?"
Iluminura con Bernardo de Claraval

¡Y fíjate que en su día aún no existían los cuartos de maravillas! Los temores de los clérigos de la Edad Media tenían su razón, sospechaban que su mundo pudiera ser totalmente puesto boca abajo, pues en 300 años las colecciones de curiosidades se revelarían como verdaderos motores de la secularización. 

De forma indomable, esa gran cantidad de colecciones que buscaban explorar y representar el mundo como parecía a aquella altura de la historia, surgió con el creciente espíritu científico del Renacimiento en la segunda mitad del siglo XVI. Por eso, en sentido contrario, había también los que no solo apoyaban, sino que además incitaban a la gente a continuar investigando. Por ejemplo, Francis Bacon escribió en 1620 su libro Novum organum scientiarum (Nuevos instrumentos de la ciencia), una obra literaria en la cual concebía la ciencia como técnica, capaz de dar al ser humano el dominio sobre la naturaleza, y dice lo siguiente: "sería vergonzoso para la humanidad que después de que esas áreas del mundo material fueron abiertas, desconocidas como eran en tiempos anteriores, tantos mares navegados, tantos países explorados, tantas estrellas descubiertas, que la filosofía o el mundo inteligible continuase limitado por las fronteras antiguas".

Una vez más lo novedoso se convierte en revolucionario, por lo menos en sospechoso porque despertaban la curiosidad y no interesaba que el pueblo pensara. Había una abrumadora curiosidad que indujo coleccionistas a buscar no solamente lo que era bello y emblemático, sino también lo raro e incomprensible. 
En los siglos XVI y XVII, cuando aún había tanto por descubrir y la tecnología de las grandes navegaciones ultramarinas se encontraba con toda su fuerza, los objetos no solamente eran traídos por marineros, sino que también habían personas que los acompañaban en sus viajes para ver con sus propios ojos y traer lo que les interesaba. Bastaba subir a bordo de unos de esos navíos para entrar en un mundo de maravillas y fantasías. La imaginación humana nunca se conforma con solo lo que la naturaleza tiene para ofrecer, hay que ir más allá.

A los aventureros se suponía que les estarían esperando dragones, hidras, gigantes, sirenas, hadas, monstruos y seres casi mitológicos, y al final eran realmente descritos y hasta dibujados en los viajes. Eran una prueba de que la imaginación sufre de una gran gula, que jamás se satisface con lo que hay en el menú de la naturaleza. Sumado a eso, póngase el deseo de los navegadores por ganar dinero al coste de la ingenuidad ajena, o de los que viven pendientes de las modas,  de gente que desea poseer lo que nadie posee. Pero también, y principalmente, habían aquellas personas que estaban llenas del deseo de obtener nuevas muestras de seres aún desconocidos y todavía no estudiados por la ciencia. Junta todo eso - deseo de vender y deseo de comprar cosas exclusivas, exóticas, misteriosas,  y nos encontraremos con una combinación lucrativa y casi surrealista de oferta y demanda de objetos imaginarios.
Un cuarto de maravillas.
Y de ese interés por lucrarse o por mostrar poder o prestigio, incluso erudicción surgen los gabinetes de curiosidades, algunos eran no una sino varias habitaciones. Para que se tenga una idea de lo grande que podría ser un "cuarto de maravillas", hay documentación sobre miles de ejemplares de objetos de un solo coleccionista. Fue la colección de Ulisse Aldrovandi - que nació en 1522 y vivió 83 años, médico, naturalista y que fue profesor en la Universidad de Bolonia. Su gabinete era uno de los más famosos de la época, y en 1595 albergaba 18.000 especímenes.  Dejó su legado a la Universidad, y todo ello fue el origen de su Museo.

Escuchad ahora una parte de unos de los libros que poseo que trata de asunto, y que tiene por título "Tener y mantener, una historia íntima de las colecciones", de Philipp Blomm. Esta parte se habla de cuánto algunas historias estaban impregnadas en la cultura de la sociedad europea, y enseguida narra parte de un registro escrito por Ulisse Aldrovandi en 1572 sobre un dragón alado:
" Los dragones siempre salieron arrastrándose de sus cuevas al principio de los tiempos para probar la virtud y la fe de la humanidad. En las leyendas, aparecen en las puertas de las ciudades, devorando la sangre de inocentes, y desafiando a los guerreros más fuertes y más piadosos a defender el orden de las cosas, blandiendo su espada contra el aliento de fuego."
Cuando un "terrible dragón" fue visto en los pantanos cerca de Bolonia, en 1572, es probable que haya despertado esos miedos antiguos. Esta vez, sin embargo, el héroe del momento no era un caballero de armadura brillante en camino de la canonización, sino un corpulento y calvo erudito, que sólo tenía su nombre heroico, Ulisse, para exhibir como credencial bélica.
El Papa estaba visitando la ciudad, pero a pesar de eso la Iglesia no reivindicó lo que hasta un siglo antes podría ser visto como una victoria del cristianismo contra el diablo. Pero un científico coleccionista, el renombrado Ulisse Aldrovandi (1522-1605), fue considerado capaz de lidiar con criaturas extrañas. El tono serio con que relata la captura del animal es, en sí mismo, significativo. Así relató Aldrovandi:
"El dragón fue visto por primera vez el 13 de mayo de 1572, silbando como una serpiente. Se escondía en la pequeña propiedad del Maestro Petronio, cerca de Dosius, en un lugar llamado Malonolta. A las cinco de la tarde, fue atrapado en una carretera pública por un pastor de los remotos arrabales llamado Batista de Camaldulus, cerca del seto de una hacienda particular, a una milla de Bolonia. Batista conducía su coche a casa cuando los bueyes se pararon de repente. Los golpeó, gritó, pero los bueyes se negaron a proseguir, y cayeron de rodillas. En ese momento el pastor oyó el sonido sibilante y se sorprendió de ver al extraño dragón delante de él. Trémulo, lo golpeó en la cabeza con el bastón y lo mató. El animal aún no alcanzó la madurez, como mostraban sus garras y sus dientes mal desarrollados. Se movía deslizándose como una serpiente, con la ayuda de dos piernas. El cadáver tenía un dorso voluminoso y una larga cola, de más o menos sesenta centímetros."
El dragón dibujado por Aldrovandi
Una bastonada en la cabeza fue suficiente. ¿Qué criatura era ésa, es imposible saber. Tal vez un lagarto grande y raro. Aldrovandi hizo lo que se esperaba que hiciera cualquiera en su lugar: preservó al dragón y escribió la Dracología, una historia de los dragones en latín, en siete volúmenes. Es un tratado científico, que busca explicar el fenómeno como un hecho natural, no en términos metafísicos o religiosos. 
Aldrovandi buscaba el conocimiento de nuevas formas, por más extrañas que pareciera, pues la historia mostraba que para descubrir algo nuevo era preciso salir de lo obvio y tradicional. Él mismo recorría los mercados de pescado en busca de descubrimientos, y conversaba con pescadores, así como Descartes haría observaciones sobre anatomía animal en una carnicería de París, un siglo más tarde.
Las partes del museo de Aldrovandi han sobrevivido hasta nuestros días y están en el Museo di Storia Nationale, en el Palazzo Poggia, en Bolonia. Pocos turistas lo visitan, y las salas con paneles de madera y armarios blancos son relegadas al silencio la mayor parte del tiempo. Dos cocodrilos secos en la pared observan los huevos de pájaros, los extraños cuernos, las piedras, las plantas y los volúmenes eruditos. Sólo la iluminación fluorescente recuerda que han pasado cuatro siglos. El dragón, ahora desaparecido, formó parte de la exposición en su día. 

Una parte de la fama del "nuevo mundo" estaba justificada por todas las novedades que los navegantes traían en sus barcos. Pero otra parte era debida a las impresiones equivocadas de investigadores y otras personas que iban al nuevo mundo para, por ejemplo, catequizar. Y en principio se trataba de gente considerada muy fiable, pero muchos de ellos, no por maldad, sino por asombro ante lo nuevo y desconocido, hacían sus registros científicos o semi-científicos de forma muy equivocada. 
Padre jesuita José Anchieta
Un ejemplo de persona que hizo una serie de registros que no concordaban con la realidad hoy conocida fue el padre jesuita José Anchieta.
El padre José Anchieta era español, nacido en la ciudad de Tenerife en las Islas Canarias, pero tuvo su formación religiosa en Portugal, en dónde estudió filosofía. Recibió el apodo de "apóstol del nuevo mundo", porque llegó a Brasil, en 1553 en el principio de la colonización de ese país por Portugal. Debido a su gran dedicación, alcanzó importante posición como clérigo en tierras brasileñas, y recurrió muchas partes de la costa para orientar las misiones jesuíticas.
En esos recorridos, el padre Anchieta acabó por producir mucha documentación escrita sobre la fauna y la flora del país, que era tan diferente y salvaje comparada con la península Ibérica.  Acuérdense de que él estaba en el hemisferio Sur, clima tropical, a diferencia de Europa que está en el Norte. En esos escritos acompañados de algunos dibujos muy sencillos, el padre dejó que conclusiones sobre la morfología y los hábitos de varios animales se quedasen al margen de la imaginación popular. A partir de sus escritos, los seres creados serían lo más fantásticos posible, por ejemplo, concluyó que una especie de pájaro de Brasil nacía ya adulta de dentro de un macizo de cañas, porque en cierto día observó que aquel tipo de pájaro salía desde dentro de un cierto macizo, pero nunca se los veía entrar. Probablemente el pájaro entraba por otro pasaje en dónde su nido estaría más cerca...vete a saber! En una tierra tan exótica, con indígenas con costumbres tan diferentes, animales jamás vistos, árboles y flores espectaculares, ¿por qué no habría de haber algo tan fantástico también?
Aceptar que tales criaturas eran posibles, hasta que se tuviera pruebas en contra, consistía en buena ciencia, y no superstición, aún más en una cultura alimentada desde la más tierna infancia por historias y milagros bíblicos, y por conceptos de historia natural presentados había mucho tiempo atrás por Plinio, Platón y Aristóteles, y que todavía ejercían considerable influencia. 

Así como la religión ya fue incuestionable, también lo fue la ciencia en su día, y lo es hasta hoy, salvo que seas del medio científico. Eso es, incluso, tema para la realización de series de obras de arte contemporánea, como las del brasileño Walmor Correa, sobre quien ya escribí un breve artículo. Walmor Correa recreó los seres descritos por el padre Anchieta, a quien he citado antes, y también por otro importante personaje de la historia de la biología brasileña: el médico, zoólogo y naturalista alemán Hermann von Ihering que estuvo investigando y trabajando en la selva brasileña a principios del siglo XIX.  Walmor Corrêa ha sumado a los escritos de Anchieta y de von Ihering los relatos folklóricos de las poblaciones que permanecieron a través de trasmisión oral. De ahí salieron seres imaginarios que  Corrêa concibió en forma de obras de arte que dejan en duda, en cuanto a su veracidad, incluso a las personas más estudiadas del presente. Son dibujos ejecutados en impecable técnica y detalles anatómicos, y también expone muchísimos seres híbridos obtenidos a través de la técnica de la taxidermia. La taxidermia, como muchos de ustedes ya sabrán,  es el arte de disecar animales para conservarlos con apariencia de vivos y facilitar así su exposición, estudio y conservación. Un ejemplo de ser fantástico presente en las exposiciones es la sirena llamada Ondina, dibujada como en un libro de anatomía verdaderamente científico, con sus órganos a la vista y debidamente nombrados. Además de eso, hay colgado en la pared, al lado de los dibujos anatómicos, un eletrocardiograma de la sirena, exactamente como si fuera el resultado de un examen médico. Walmor Corrêa iba al fondo...concertaba citas con médicos para hacerles preguntas y profundizar en los conocimientos y terminología técnica de anatomía necesarios para concebir, lo más realista posible sus dibujos. Incluso, confeccionó un sello para poner en sus "laudos médicos" que el mismo firmaba, y que ponía "Doctor Walmor Corrêa - Cardiologo - CRM 110907". Os animo a visitar su página web: walmorcorrea.com.br
Curupira y Ondina - dibujos de Walmor Corrêa artista plástico

Y para contener toda esa riqueza los muebles fueron los testigos de la fuerza que tiene lo desconocido sobre nuestra curiosidad y el deseo por lo conocimiento que soportaron tan increibles objetos.
Eran un conjunto de maravillosas estanterías y armarios con puertas de cristal, llenas de cajones con subdivisiones internas que muchas veces ocupaban todas las paredes, a veces del piso al techo de una o más habitaciones,  y que tenían la finalidad de exhibir esos objetos.
La Europa del siglo XVII se llenó de esos armarios particulares que contenían curiosidades de todo tipo. De acuerdo con la condición financiera del coleccionista los objetos podrían llenar cajones o habitaciones enteras. El armario con colecciones fantásticas se convirtió en una parte del interior de muchas casas europeas, empezando por el armario vitrina de madera de roble, que se llenaba no con vajillas, jarrones y cubiertos, sino con objetos exóticos jamás vistos. La seducción que las colecciones ejercían sobre las personas a veces ultrapasaba sus convicciones religiosas y se encontraba alguna forma de superarlas o burlarlas. En la Holanda protestante, por ejemplo, esos armarios eran microcosmos, eso sí, a puerta cerrada: mientras los calvinistas predicaban que la riqueza no debería ni podría  ser ostentada en las calles, en la fachada de las casas o en las ropas, esas restricciones no se aplicaban a las salas de visitas, en donde los objetos interesantes eran cuidadosamente exhibidos.
Los muebles era estanterías con o sin puertas y con diseño clásico.
Los muebles estaban hechos con madera maciza y ricamente adornados con los detalles estéticos de su época, caracterizando un mueble de estilo clásico. Podrían ser adornados con columnas jónicas o corintias en madera o mármol. Detalles decorativos en sus extremidades ostentaban las más rica decoración francesa e inglesa de época. Las estantes podrían llegar hasta el techo, incluso el techo también podría ser ocupado con objetos cuando el espacio vertical y piso ya no soportaba más objetos. Las puertas en general eran de cristal, pero también podrían ser opacas de madera, y al abrírsela se podría encontrar una serie de pequeños cajones de distintos tamaños que contendrían piezas de diminutas dimensiones. Manejar los cajones era algo de lo más divertido, pues a cada uno abierto, una sorpresa. Esos cajones, a su vez, muchas veces estaban decorados por fuera con trabajos en ebanistería, o con camafeos aplicados, verdaderas obras de arte por sí mismas. Las estanterías tenían acabados en volutas jónicas.
Los maravillosos muebles de los gabinetes de curiosidades.
La historia de los gabinetes de curiosidades en España tiene un fecha oficial, que es del 1712, cuando el rey Felipe V ordenó crear en la Biblioteca Nacional, un gabinete especialmente dedicado a albergar cosas raras, exóticas y extraordinarias halladas en las Indias y otras partes remotas del mundo.
En 1752, durante el reinado de Fernando VI se creó el Gabinete conocido como Real Casa de la Geografía.
En 1771, el rey Carlos III creó el Real Gabinete de Historia Natural (RGHN), ubicado en Madrid, a partir de las excelentes colecciones de Pedro Franco Dávila, comerciante criollo nacido en Guayaquil (hoy República del Ecuador). En su época, un reconocido botánico francés llamado Michel Adanson, describió la colección de Pedro Franco Dávila de siguiente manera : «verosímilmente el más rico que ningún particular haya formado». En él destacaban, en lo relativo a historia natural, la parte de mineralogía, así como las colecciones malacológicas (que se refiere al estudio de los moluscos) y de otros invertebrados marinos como corales y esponjas (poliparios) y equinodermos (zoófitos).También contaba con una extensa biblioteca de más de 1.230 volúmenes y magníficas colecciones de curiosidades del arte: más de 300 piezas de carácter etnográfico, unas 250 arqueológicas y entre 12.000 y 13.000 objetos de arte (grabados, medallas, cuadros, etc.).
El Edificio Villanueva del Museo del Prado fue proyectado originalmente para acoger al Real Gabinete de Historia Natural, aunque finalmente éste nunca llegaría a ocuparlo. (fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Gabinete_de_Historia_Natural)
¡Pues existe un importante gabine en Cataluña! Está en Barcelona. El gabinete de curiosidades Salvador fue formado durante dos siglos y medio por seis generaciones de la familia de los Salvador en la trastienda de una botica en la calle Ample. La colección está formada por 32.000 especies animales, vegetales y minerales, por más de 1.400 volúmenes, y las mesas de trabajos con los objetos que pertenecieron y usaron los Salvador. Está considerado el primer museo que abrió sus puertas al público en Barcelona, y eso entre 1831 y 1854.  Desde aquella época estuvo cerrado por motivos familiares. En 1938 la Generalitat requisó para salvarlo de los efectos de la Guerra Civil, y en 1945 el ayuntamiento de Barcelona lo compró y lo depositó en el Institut Botànic dónde se encuentra hasta los días de hoy. Hubo una exposición abierta al público entre 2014 y 2016 en la cual se pudo ver los contenidos en una recreación a escala real de los cuarenta metros cuadrados del gabinete. Actualmente el gabinete Salvador no es visitable, pero puede verse la sala desde fuera, cuando se visita dicho instituto.

Los gabinetes de curiosidades fueron los precursores de los actuales museos de historia natural. Conocer esa historia es comprender y aceptar que vivimos en un mundo mutable en todas las áreas: sea en la naturaleza, sea en lo relativo a la capacidad creativa del hombre. Y todavía mejor es tener conciencia de todo eso a través de historias tan curiosas y cautivantes. 

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