domingo, 17 de febrero de 2019


Delante de algunos desafíos presentados por la vida, a veces damos voz por algunos momentos a las dificultades, pero a continuación las dejamos al margen y seguimos adelante impulsados por una fuerza la cual no nos damos cuenta desde donde viene, tampoco cual es el combustible que la alimenta. Otras veces nos derrumbamos delante de una barrera muy compleja para aquel momento de vida que estamos pasando y necesitamos de una mano compasiva que nos rescate.
Eduard Toda pintado en azulejos, y en oleo sobre lienzo, ambas en el Castillo.
Eduardo Toda (1855 – 1941) es el ejemplo de hombre que tuvo un gran desafío en el principio de su vida, pero no le dio la importancia que muchos de nosotros tal vez  lo habríamos dado, y decidió mirar a lo bueno que se le ofrecía, y tirar adelante retos impresionantes, lo que le permitió dejar un legado maravilloso para el arte y la ciencia. De muchas de sus calidades, yo, particularmente, destaco la valentía y el sentido de levedad con que debía de mirar la vida. Me da la impresión que Eduard Toda tenía la convicción de que todo siempre le saldría bien al final.

Su padre no le quiso reconocer. Su madre (soltera, en una época en que esa situación podría generar mucha discriminación y rechazo) se encargó de su educación y supo ponerlo en contacto con personas influyentes de la sociedad catalana en su día, y a través de la atención a la educación de calidad, Toda tuvo, desde muy joven, las puertas abiertas para el desarrollo de sus sueños, deseos y talentos.Y por sus logros, nunca miró al pasado con cualquier tipo de tristeza, resentimiento, o dolor.
Eduard Toda disfrazado de momia, y con compañeros egiptólogos (el segundo, a partir de la izquierda) hacia 1916.
Fotos libres de derechos.
Se graduó como bachiller en Artes en 1869, dominaba siete lenguas, fue licenciado en Derecho civil y canónico, estudió la cultura egipcia, la china, la filipina y la japonesa. Fue diplomático, vicecónsul en la colonia portuguesa de Macao, viajó por muchos países y se destacó como investigador de la cultura egipcia, siendo considerado el primero egiptólogo catalán. La oportunidad que la vida le regaló, que era la bonanza financiera, Toda la supo aprovechar plenamente, convirtiendo el dinero en más dinero, en conocimiento de gran importancia que compartió con el mundo, y que al final le dieron credibilidad y fama entre aquellos que le impulsaron aún más. Fue elegido vicepresidente y, más tarde, presidente, de la Comisión provincial de monumentos, presidente de la Real Sociedad Arqueológica Tarraconense, miembro de la  Junta de Museos de Barcelona, recibió diversas medallas y condecoraciones por parte de los gobierno de China, Camboya, Siam, Portugal, Dinamarca y Francia. Escribió diversos libros, y fue mecenas de arte.
Vista aérea del conjunto. Créditos: By SBA73 - Flickr: Escornalbou des de Santa Bàrbara / Escornalbou Abbey, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16831492
Al año de 1911, Eduard Toda adquirió las ruinas del antiguo monasterio de Escornalbou, y pasó a dirigir su restauración. Vivió allí por muchos años, en donde pudo distribuir por las diferentes estancias sus colecciones y los miles de libros que recaudó a lo largo de su vida. Entre la rica colección también se encuentran grabados, cerámicas, muebles y piezas que Toda había reunido en sus viajes.El conjunto arquitectónico que él reformó y amuebló con tanta diversidad de estilos y objetos, es el reflejo de la gran aventura que vivió Eduard Toda.
Partes de la decoración de las habitaciones del Castillo.
Azulejos y cerámicas del Castillo.
Decoración muy variada.
Eduard Toda amuebló con la decoración típica de una casa señorial del siglo XIX.
Pintura mural en el interior de la bodega, la cual cuenta una leyenda.
Actualmente el conjunto denominado Castillo y  Monasterio de Escornalbou nos permite conocer como era una mansión señorial de principios del siglo XX, y parte de una iglesia románica. El conjunto está formado por los restos de dos edificios medievales: el monasterio de Sant Miquel, fundado en 1153, y un castillo, construido encima de los restos de una fortaleza romana.
Fue en 1170 que el rey Alfons I donó el castillo a Joan de Santboi, canónigo de Tarragona, que encargó la construcción de una iglesia dedicada a Sant Miquel. Cuenta la leyenda que el propio arcángel encabezó la lucha contra los musulmanes en 1162 a favor de los cristianos La iglesia fue consagrada solo en 1240.
Fachada oeste de la iglesia románica.

Interior de la iglesia románica - poniente y levante (izquierda-derecha de la imagen).
Del antiguo monasterio solo se queda la iglesia románica, algunos restos de la sala capitular y la estructura del claustro, que se convirtió en un mirador-jardín con vistas al Campo de Tarragona.
De todo lo que se quedó, Eduard Toda dio una interpretación arquitectónica muy particular, olvidando las recomendaciones e indicaciones de Puig i Cadafalch, famoso arquitecto catalán de la época. Se derribaron construcciones, se levantaron torres de un exótico estilo medieval y se reconvirtieron espacios para adaptarlos a las necesidades y gustos del propietario.
Sala capitular con imagen de la Virgen del Libro.
Desde el patio del antiguo claustro se tiene acceso a la Sala Capitular.
Portal de acceso e interior de la Sala Capitular.
Visión desde el antiguo claustro.
Antiguo cementerio.
La ubicación de la construcción es preciosa! Es inspiradora, con unas vistas hermosas que se puede ver desde sus más de 500 metros de altura en la montaña, con 360o de paisajes de bosques de quitar el aliento.
Paisaje desde el antiguo claustro.
Las colecciones de Toda son un capricho personal de ese hombre que supo usar sus recursos financieros para valorar el arte, el conocimiento, la artesanía y la cultura de muchos países.
Ya estuve por dos veces allí, y como pasa en todo lugar que posee una historia de lucha y valentía por detrás, me siento inspirada por ese hombre que supo aprovechar con coraje, valor y personalidad las oportunidades que un mundo tan diverso puede presentar.

Fotos: Arq. Maria Pilar Arantes

domingo, 3 de febrero de 2019


La montaña de Montserrat es la musa inspiradora de la obra del arquitecto Josep Maria Jujol (1879 - 1949): "El Santuari de Montserrat de Montferri, l'esglèsia de la Mare de Déu de Montserrat", ubicada en el pueblo de Montferri, provincia de Tarragona, Cataluña. Su construcción empezó en 1925, y sigue claramente el estilo modernista muy particular del arquitecto Jujol.

El santuario visto desde la carretera.

La visión de la iglesia desde la carretera es tan emocionante cuanto la visión de las agujas de la sierra de Montserrat que se trasladaron, moldeadas en cemento por la mente inquieta y creativa de Jujol, al conjunto arquitectónico que se eleva en el horizonte.

Esa pasión de los arquitectos y artistas por las montañas viene de muy lejos. Nuestros antepasados que vivían en cuevas y las decoraban con las pinturas que hasta los días de hoy nos dejan fascinados, dejaron en nuestros genes el deseo por, de alguna forma, continuar buscando cobijo dentro de sus rocas. Podemos entrar en el santuario y sentir el deseo por la devoción al desconocido, así como el hombre prehistórico también lo sintió un día, y dejó plasmado en las paredes los animales, sus manos y siluetas humanas. En nuestros santuarios dejamos plasmados igualmente nuestro anhelo por tener dudas sanadas y  necesidades atendidas por un mundo metafísico que puede asumir distintas formas, nombres y categorías de santidad.

La parte de la montaña de Montserrat que inspiró a Jujol. Créditos:  By Enfo - Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=32960553
Los volúmenes que se alzan por la fachada y recuerdan las formas de la montaña.
La roca de la montaña de Montserrat que inspiró a Jujol a mi me recuerda a suaves dedos en movimiento. Me parecen blandos y salidos de la profundidad de la tierra para hacer cosquillas en nuestra percepción, tal y cual una madre hace cosquillas en su pequeño hijo. Me siento acogida. Encuentro cobijo. Ojalá pudiera abrazar todo aquel conjunto de "dedos" como si fuese una mano materna..."la mare de Déu"...

Las fachadas del santuario tienen en primer plano las estructuras que recuerdan el lenguaje gótico, con sus pórticos con terminaciones triangulares afiladas y rellenos con hexágonos internamente recortados en forma de corazones, y cerrados con cristal colorido que por el interior muestra un festival de corazones azules, rojos y amarillos. Amor por todos los lados!

La fachada.
Detalle de la fachada, y sus puntas triangulares.
Los hexágonos con vaciados en forma de corazones.
Los espacios en forma de corazones están cerrados con vidrios coloridos.
El conjunto muestra tantos contrastes! Pero al revés de crear conflicto visual, se percibe un conjunto muy curioso y amistoso, atractivo, que invita a entrar en su recóndito interior y alzar una oración que sea al Dios de tu creencia.

Quizás serán las puntas de los dedos de "la mare de Déu" que nos acarician primero los ojos y después el corazón, tocado por la sensibilidad de eses hombres como Jujol, que plasmaron en la arquitectura los pensamientos y deseos de los lugareños, poniendo toda su alma a servicio de la búsqueda por un espacio para ejercer un poco más la espiritualidad que siempre acompaña al hombre.

En silencio, sigue allí el santuario. Pero a quien lo visite, estoy convencida de que una voz interior le hablará, le tocará el corazón...y Ojalá sea un hermoso día de sol que enmarque la obra con el infinito cielo azul que se descortina arriba y atrae para la mente la dulce experiencia de transcendencia que buscamos para soportar y superar los momentos difíciles que también son parte de nuestra vida.

Interior de la iglesia.

Detalle del techo de la iglesia.
Los vidrios coloridos llenan el interior de la iglesia de luz y color.
Los detalles tan ricamente creados por Jujol dejan el interior con una estética única.
Fotos: Arquitecta Maria Pilar Arantes

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