sábado, 28 de diciembre de 2019


Cuando pasas por la carretera que le da acceso, su imponente presencia se hace notar y tu cuello se vuelve automáticamente para mirar aquellos azulejos azul y blanco, la obra a vista tan bien dispuesta como si fuera el paño de fondo para la preciosa y rebuscada decoración que adorna los ventanales. Creo que hasta las personas del principio del siglo jamás se acostumbrarían a tanta hermosura, jamás les pasaría desapercibido aquel conjunto que mucho más que curar a los que allí estaban ingresados, sanaba los ojos de los transeúntes que por allí pasaban carentes de la visión de la belleza.
A la izquierda, placa de hierro en el suelo delante de las rejas de la entrada que informa la fecha de inicio de la construcción. A la derecha, fecha de inauguración fijada en la fachada del edificio.
El Institut Pere Mata fue construido entre los años de 1897 a 1906 por el arquitecto Lluis Domènech i Montaner, con la colaboración de varios artistas, artesanos, ebanistas, y otros profesionales que juntos supieron dar lo mejor a aquel que sería hasta el año de 1986 un instituto de sanación de enfermos mentales.
A día de hoy, el Instituto está constituido por 19 pabellones y este del que aquí tengo el placer de enseñar algunos de sus detalles, que pude captar con las lentes de mi cámara, es el pabellón denominado en su día «Pabellón de los Distinguidos», por ser el destinado a la clase más adinerada.
La arquitectura es del Modernismo Catalán, y traduce en sus fachadas e interiores una manifestación un tanto original del estilo Art Nouveau, que en esa época se encontraba en su apogeo. 
Actualmente se accede por la parte posterior de la edificación, pero no te das cuenta porque eres abrazado por un amplio jardín y una fachada que te quita el aliento por la hermosura de sus detalles.

El Instituto visto desde la entrada.
La fachada está plegada de elementos decorativos neogóticos, y otros que son típicos del estilo Art Nouveau, en ese edificio interpretado por el Modernismo Catalán.
La parte central de fachada ostenta un pórtico cuya galería está sostenida por columnas que poseen un capitel de flores y su interior está revestido de azulejos pintados a mano a media altura, que van hasta los marcos de las puertas y ventanas que tienen su acabado en la parte superior con un rectángulo, también de azulejos. 
Los muchos ventanales que se ven dan al interior de un gran pasillo que recorre todo el segundo piso, permitiendo que la luz natural entre por prácticamente todo el edificio. 
La parte más avanzada de la fachada está ricamente adornada por paneles de azulejos azul y blanco enmarcados por preciosas estructuras en estilo neogótico.  Llaman mucho la atención las dos figuras talladas en forma de leones alados en las dos esquinas. La rosa, símbolo de la ciudad de Reus, está presente en todo el edificio, tanto por fuera como por dentro.

El pórtico con su galería decorada con azulejos pintados a mano, y puertas enmarcadas por elementos decorativos.
Azulejos y cerámica que decoran la galería del pórtico de la fachada.
En la parte avanzada de la fachada se ve un riquísimo trabajo en estilo Plateresco que contiene azulejos decorados en azul y blanco. La figura femenina pintada simboliza un ángel. El motivo de rosas siempre presente, figura en la bandera de Reus.
Los leones alados destacan el escudo de Reus (con la rosa y la corona). Están ubicados en las dos esquinas de la parte más avanzada de la fachada, y abajo del panel de azulejos que contiene figuras femeninas pintadas en estilo Art Nouveau.
El interior del pabellón está dividido entre áreas de entretenimiento, un salón comedor y el gran pasillo que lleva a las habitaciones.
El acceso actual es por un pequeño atrio. A su derecha, las escaleras, y delante del atrio la sala de juegos donde antaño se jugaba a cartas, ajedrez y billar. La sala de juegos está decorada con paneles de madera de roble que  rodea toda la estancia a media altura, adornada con marquetería de rosas que también aparecen en el esgrafiado de la pared y en el techo curvo, adornado con pintura hecha a mano en los azulejos que los revisten, y del que cuelga una enorme lámpara del típico diseño de la época industrial.

La primera estancia después del atrio es la sala de juegos. Aquí se ven el techo curvo decorado, los paneles de madera de roble que revisten toda la sala, y la formidable lámpara que cuelga del techo sobre la mesa de billar.
La lámpara de la sala de juegos, hecha en hierro forjado, tiene hacia 50 cm de diámetro cada una de sus cúpulas.
Saliendo de la sala de juegos, a la izquierda, está el más espectacular salón del edificio: la sala noble. Es un recinto casi cuadrado y rodeado en su parte superior por una balaustrada, formada por pequeños balaustres de cristal amarillo con una espiral de hierro forjado en su interior y un pasamano de madera. En esa galería un grupo de músicos de la ciudad entretenía a los internos con un concierto o baile todos los domingos.

La magistral sala noble, con su balaustrada, vitrales coloridos, techo decorado con mosaico y cerámica, paredes con cerámica pintada a mano, esgrafiado recubriendo la parte alta de las paredes, y los mosaicos al fondo detrás de las columnas.
La balaustrada y un detalle de los balaustres en cristal amarillo con hierro forjado dentro.
Detalles del techo de la sala noble.
Los mosaicos de las paredes y del piso de la sala noble.
La siguiente estancia es el comedor, una sala con capacidad para 50 personas. La comida llegaba hasta la sala a través de una abertura que conecta con el exterior, pues la comida venía de otro pabellón y era distribuida por todo el edificio.

El comedor está decorado con mosaicos de naranjas en las paredes y en el armario, pintado en los azulejos que decoran el techo junto con aplicaciones cerámicas que, así como en la sala de juegos y en la sala de estar, forman cintas que recuerdan a los arcos típicos modernistas o las vigas de una bóveda de crucería. En el cruce de cada cinta hay una flor dentro de un círculo.
En una de las paredes hay ventanales muy altos y verticales tapados con vidrieras y que terminan en forma de arco levemente apuntado, como ocurre en casi todas las ventanas que dan para el exterior. Los armarios, hechos a medida para el espacio, así como los demás muebles de todos los ambientes del edificio, también están adornados con marquetería. En el comedor también cuelga desde el techo una preciosa lámpara de hierro forjado y cristal soplado con bombillas que representan naranjas. Un espectacular trabajo con cerámica pintada a mano reviste las paredes hasta media altura; las columnas tienen un detalle en cerámica en sus esquinas —un motivo vegetal que termina en voluta— y el esgrafiado reviste todo el resto de la pared hasta el techo.

Las fotos abajo muestran una de las paredes del comedor con los muebles buffet y la pared revestida con esgrafiado.
Una de las paredes del comedor, y sus muebles buffet decorados con mosaico de naranjas.
El esgrafiado del comedor.
Detalles del techo del comedor.
Detalles de la cerámica y del esgrafiado de las paredes del comedor.

Pasamos al segundo piso, subiendo por escaleras decoradas con azulejos pintados a mano, con una ventana cuya vidriera está hecha con filetes de plomo y estructura en hierro, lo que impide que los internos las rompan. Los peldaños tienen su altura revestida por cerámica de color mostaza en relieve.

Cada habitación está decorada de forma exclusiva, es decir, no hay dos iguales, así como sus baños y la sala que la precede. Hay pintura en el techo y en las paredes que hacen juego con el diseño de los muebles, siempre acabados en preciosa marquetería. El suelo está revestido de ladrillo hidráulico, también con diseño exclusivo para cada habitación. Se accede a ellas por el gran pasillo que tiene vistas al gran jardín de la entrada. El váter y el lavabo son de cerámica blanca pintada, según la moda de la época. Algunas habitaciones que no tienen cuarto de baño adjunto, poseen armarios con lavabo integrado. El espacio es ancho y siempre hay una ventana que da al exterior. Algunas habitaciones que albergaban pacientes en estado más crítico tenían una pequeña abertura con rejas de madera a través de la cual podía ser observado por un cuidador. 

Como decían las personas en la época de uso del pabellón «te sentirás como si estuvieras en un hotel de lujo». Lo mejor en decoración y comodidad fue destinado al Pabellón de los Distinguidos, inflando el presupuesto de tal manera que el pabellón de las mujeres no pudo ser construido, así que un edificio exclusivo para hombres albergaría mujeres con el pasar del tiempo.
El Instituto Pere Mata dispone hoy de otros pabellones en uso, atendidos por el servicio público de salud. Es un centro de referencia en tratamiento psiquiátrico en Europa. Actualmente, el Pabellón de los Distinguidos es visitable y tiene un uso cultural, no asistencial.

Nos asombra la forma cómo los internos eran bien tratados en esa parte del centro, en relación a la calidad de las instalaciones, cosa que parece imposible en los días actuales, a pesar de todos los estudios que revelan que la calidad visual y ergonómica del ambiente influyen directamente en la recuperación del paciente.

Poder apreciar una edificación histórica de esa magnitud es todo un privilegio. 
Disfrute, a continuación, de algunas fotografías más del espacio. ¡Salud!

La escalera ricamente decorada que da acceso al segundo piso, y el pasillo del segundo piso que da acceso a las habitaciones.
Las salas que preceden las habitaciones del segundo piso.
Algunos de los ladrillos hidráulicos de las habitaciones. Cada una tiene un diferente.
Todo el mobiliario está hecho a medida para cada ambiente, y todos poseen tela de calidad y marquetería.
Armarios - algunos de ellos poseen un lavatorio en su interior.
Contornando el techo de todos los recintos hay pinturas a juego con el piso de ladrillo hidráulico y los muebles.
El techo también está decorado con los mismos motivos.
Pinturas y muebles exclusivos para cada habitación.
Todas las ventanas tienen vidrieras coloridas.
Las puertas también tienen vidrieras coloridas.
Fotografías: Maria Pilar Arantes
Institut Pere Mata - Reus - Cataluña

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