sábado, 22 de mayo de 2021


El perro está durmiendo hace un buen rato. Me acerco a su cuello y huelo. Exhala un olor que para mí se asemeja al olor natural de los bebés. Todos los perros tienen ese olor cuando duermen. Me relajo…el perro me parece tan entrañable durmiendo…tierna mi corazón…y lo quiero más.

Juego con la gata. Tiro de un lado al otro su pequeño ratoncito de peluche atado a una cuerda y ella lo persigue. Lo atrapa. Lo muerde como a una presa y sale con el bichito entre los dientes, contenta con su victoria. Pero quiere más y lo suelta. Repito la operación. Ahora cambia el juego y quiere luchar contra el ratoncito. Se remueve toda alrededor de si misma enseñando los pequeñitos dientes, meneando el culito para saltar…lo atrapa y se pone una cara de malita que podría comerla a besos y achuches. Siento varios minutos de alegría, placer y relajación. A veces se me escapan algunas lágrimas.



En la tela enseñan como hacen las ruedas de los skates. Las hay varias entre coloridas y transparentes. Inmediatamente me recuerdo de mis 9-10 años, cuando mi hermano montaba sus propios skates y tenía una gran variedad de ruedas de colores fosforescentes que me encantaban. El olor de la goma, la sensación visual de los colores, la textura…siento un placer que me cambia la cara y el ánimo…me siento tan feliz...

Me voy a la cama y empiezo a oír un audio libro. El narrador tiene una voz grabe y suave. Percibo que tiene la boca un poquitín seca lo que hace con que se escuche un leve ruido de fondo cuando su lengua toca su paladar. Me relaja profundamente…imagino como será este hombre…¿muy mayor? Recuerdo a mi padre. Me relajo más…duermo antes del final de la historia, sintiéndome agasajada porque me han leído una historia. Duermo feliz.

Nunca había visto un hongo tan grande brotar de una grieta de un árbol. Tiene un forma magnífica…lo toco…es como el terciopelo. Lo huelo…huele a tierra mojada. Me acuerdo de mi padre: “¡Inhalad fuerte, niños, porque la primera lluvia hace con que se desprenda mucho ozono!” Sus colores van del beige al marrón oscuro. Me gusta esa gama de tonos, tengo muchas prendas de vestir así. Me siento integrada a la naturaleza.


Recuerdo el olor y de la textura del pelo de mi hijo. Recuerdo el perfume Chanel nº 5 que usaba mi madre y que entraba por la puerta de casa al volver del trabajo cuando yo era niña. Siento el olor de las camisas de mi padre, y hoy en día lo siento en las mías. Me recuerdo del olor de la casa de mis abuelos, de su coche. Y muchos más. Basta con que cierre los ojos y me concentre. Y puedo ser otra vez feliz.

Escucho a alguien ser amable con otra persona, una persona humilde. La trata con tanta dignidad que mi corazón late lleno de emoción y dulzura, mis ojos se contraen y se mojan…y vuelvo a creer en la bondad de los hombres. Siento tanta gratitud…aprendo de él.

Mis cinco sentidos van comandando mi día. Percibo tantas cosas…¡qué afortunada soy! Los detalles, desde los más concretos a los más abstractos van añadiendo sentido a mi vida.

Y hay el sexto sentido: la intuición. Ese sentido no lo puedo comandar como a mis ojos, los cuales puedo dirigir hacia lo que me interesa. La intuición viene para enseñarme cosas buenas y cosas malas, cosas que me alegran y otras que me dan miedo. Sé que actúa a mi favor y es mi aliada en la lucha por la supervivencia, o al menos para desviarme de mucho dolor. Deseo conocerla más y mejor. Estoy en ello. Quiero reconectarme a mi esencia, a mi alma más pura y original y ser como los pájaros que saben el momento exacto en que deben dejar sus hogares y viajar miles de kilómetros para continuar su jornada terrenal.

Deseo que mi cuerpo y mi alma vivan en total armonía y paz con la sinestesia a mi favor.

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