lunes, 1 de junio de 2020


La copia pura y dura, o visiblemente "disfrazada" es una violación al derecho del autor que está respaldado por la legislación, igual cuando se copia un texto o una teoría (los cuales ya tuve muchas mías copiadas, llegando a ver webs de centros de formación en diseño de interiores que eran casi clones del mío). Sinceramente creo que estos casos deberían ser, de entrada, resueltos amigablemente, después a través de la justicia. Sin embargo, esta costumbre de "seguir un patrón", o simplemente de inspirarse en algo ya es centenario.

Si volviéramos al periodo del Renacimiento, cuando encontraron los textos de Vitruvio sobre las bases de la arquitectura clásica griega, y sumado, en aquella época, a los descubrimientos de las ruinas de varias ciudades romanas, encontraremos el germen de este nuestro hábito. Varios teóricos de la arquitectura (no existía el concepto del design en la época) proponían a través de libros, manuales, manifiestos, etc., como debería ser la buena arquitectura en todos sus detalles (véase los trabajos de Alberti, Serlio y Vignola, entre otros, todos del siglo XVI). O sea, la arquitectura debería ser realizada dentro de los cánones clásicos, con medidas, elementos ornamentales y proporciones previamente definidos. Ellos creían firmemente que no había “salvación” para la arquitectura fuera de los cánones.

Ya se pasaron 500 años, y las nuevas tecnologías, los nuevos materiales, la libertad de creación y expresión, y el pensamiento conceptual nos abrieron posibilidades impensables por los teóricos renacentistas. Y más recientemente la internet posibilitó el acceso de la información a todo el mundo. Con ella, enviamos por correo electrónico nuestros catálogos digitales y publicamos las imágenes en las redes sociales. De cierta forma esto nos protege, porque decimos abiertamente que la propiedad es nuestra, más o menos como escribir un libro con una teoría desarrollada por ti, o sea, quien haga igual a partir de aquel marco está utilizando un conocimiento que lo has desarrollado tú. Sea lo que sea, tenemos actualmente varios dilemas a la vez con los cuales lidiar.

Hay el dilema de que el conocimiento en la era digital es para ser compartido. Estamos en la era de la cooperación. La informática es la grande responsable por este pensamiento. Los softwares libres abiertos son el testigo vivo de que uno crea y comparte; otro modifica y comparte; otro añade y también comparte, y al final todos ganan con un software mucho mejor que el inicial, y nadie se olvida de quien lo modificó porque queda registrado en el histórico de las intervenciones. Y el mundo va avanzando en la tecnología cada vez más.

Tenemos el dilema de que los productos innovadores en diseño en general son accesibles a una parcela muy reducida de la población y así hacemos elitista el diseño, inclusive yendo contra a las ideas de los maestros William Morris y Walter Groupiou, los que tanto admiramos porque querían hacer viable el bueno diseño para todos. Sin embargo nuestros productos más fantásticos pueden costar hasta un año de sueldo de un trabajador de clase media-baja (este, que puede contratar los servicios de un decorador a bajo coste).

Hay el antiguo dilema de que en las universidades somos incentivados, y pienso que es una práctica correcta como estudio de caso, a estudiar lo que ya fue hecho, analizar y comprender todo el proceso creativo de grandes maestros, descifrar los códigos de la inspiración del artista e inclusive a hacer interpretaciones de las obras; y después llevamos esta práctica a la vida profesional.

Y por fin, el dilema de que ya creamos tanto, que es cada vez más difícil inventar o innovar sin que se haga recordar, ni que sea de lejos, a otra creación ya realizada por alguien. Y añado que el hombre contemporáneo globalizado vive bajo las mismas influencias, y forma parte de la misma especie, por eso somos propensos a repetir instintivamente muchos comportamientos que nos llevan a tener ideas semejantes en distintos lugares del mundo, incluso sin haber tenido contacto anterior. Además, hay ciertos dibujos que son muy simples en su forma original, y muchas veces es imposible huir de aquella simplicidad.

Un ejemplo de cómo nos inspiramos y muchas veces copiamos las ideas de fuentes inesperadas, se puede leer en este artículo de la empresa Tok&Stok sobre los diseñadores brasileños, los Hermanos Campana, “Design accesible: Hermanos Campana para Tok&Stock”. Reproduzco una parte en que se habla sobre la Colección Asimétrica:
Quién nunca soñó en tener en casa una obra de arte o pieza firmada por un gran nombre? Ese sueño puede hacerse realidad con la Colección Asimétrica lanzada día 04 de mayo con exclusividad por los Hermanos Campana, los diseñadores brasileños más vitoreados de la actualidad.La inspiración inicial del proyecto fue la mesa y el banco hechos por los hermanos para el proyecto social gastronómico Reffetorio Gastromotiva, creado para las Olimpíadas de Río de Janeiro en 2016, donde hubo la reutilización de maderas que serían descartadas durante la construcción de la obra del lugar.“He vislumbrado a una colección” dice Humberto Campana. “Pensamos en los muebles que los albañiles fabrican de una forma experimental, visando la mayor utilidad”, completa Fernando Campana.
Podríamos decir que los albañiles son los diseñadores que inventaron estos muebles y que los Hermanos Campana dieron a ellos una vestimenta más elegante, útil y comercial? Si sí, lo que ganan los albañiles? La Tok&Stock gana bastante, y la pareja de diseñadores también. Con este ejemplo no quiero menospreciar la capacidad de nadie, pero sí traer algún punto de maleabilidad en esta cuestión de la copia, la reinterpretación y la coincidencia.

Silla CL4, de Le Corbusier, 1928. Uno de los diseños más copiados del siglo XX.
Como cité anteriormente, son dilemas demás para lidiar con ellos! Es demasiada información para que nos ilusionemos con que tendremos total control sobre ello! Y muy poca capacidad judicial y base moral en los individuos para lidiar con todo eso. Entonces ¿cómo hacer? Dejo esta respuesta en abierto, atreviéndome a hacer solo tres contribuciones a respeto.

La primera, que es una actitud que puede suavizar algún sufrimiento futuro, es reforzar los aspectos de la moral y de la ética que pueden tocar el corazón y mente de las personas  ya propensas a actuar de forma correcta (porque siempre habrá una porción a que no le importa nada... el ladrón, por un acaso, ¿no sabe que robar es crimen? ¿Entonces por qué lo hace?). Aún creo en los buenos ejemplos, y estas personas que tienen el coraje de decir que “no puedo copiar este modelo porque tiene derechos de autor” pueden influenciar a muchas otras, incluso a las nuevas generaciones.  Hay que trabajarse mucho con los estudiantes y profesionales: con los arquitectos, con los designers, los diseñadores de interiores, decoradores, ebanistas y todo el grupo de profesionales de creación, los especificadores y ejecutores que tienen condiciones de romper con el hábito de la copia, tratando de concienciar estas personas sobre la cuestión del derecho de autor. ¿Como? Con campañas de concienciación y contenido pedagógico en las universidades. A través de las asociaciones, los sindicatos, los consejos profesionales, etc.

La segunda aportación, es que hagamos nuestro trabajo aún más visible. Si tú tienes el coraje de publicar un trabajo afirmando como tuyo, quién ose copie deberá tener mucha “cara dura” para eso, y no será bien visto por la comunidad. Y sabemos que hay muchas “caras duras”, pero tantos otros tendrán vergüenza y van a condenar abiertamente las copias explícitas. Al identificar una copia, una violación clara, se debe accionar judicialmente (pero recuérdate de que eso cuesta dinero, sudor y lágrimas). Sabemos que cuando la situación llega en la cartera la cosa cambia, da miedo. ¿Los accidentes de tráfico no disminuyen cuando se aumenta el valor de la multa?

La tercera aportación de solución que hago es que hagamos nuestros productos, dentro del posible, más accesibles económicamente. Productos exclusivos y caros son un refuerzo para promover la distancia cada vez mayor entre las clases sociales, entre las personas. Somos tan amables en las redes sociales pidiendo más igualdad, pero adoramos estar entre a élite, disfrutando de cosas que pocos pueden tener, exhibiendo nuestras posesiones como titulares de las bases del buen gusto (este buen gusto que cambia como las fases del agua). Usamos la exclusividad como herramienta de exclusión. Esta es una verdad, a pesar de que no es el único motivo. Y los que no pueden tener el producto, pero quieren tener el estatus, copian, o mandan copiar. ¡Y ya está! Ya soy “chic”.

Muchos áreas pasan por este problema del derecho de autor, de crear algo que enseguida otros hacen parecido y a veces hasta mejor. Vea el área de informática. No creo que haya sector más sufrido que este. La publicidad y el marketing. La moda y tantos otros. El área del diseño no es diferente.

Anhelo por el momento en que alguien tendrá una idea resplandeciente de paz sobre este tema del derecho de autor, pues hasta el momento todo me suena a beligerancia. Tengo una tendencia a pensar más como el personal del área de la Tecnología de la Información, que comparte su conocimiento con más naturalidad, siempre citando la fuente de donde todo comenzó, en un proceso de mejora continua para todos. Todo pensamiento que tengo va al encuentro de las bases de la moral y de la ética, únicas armas realmente eficaces que tendremos para convivir con esta cuestión en un mundo tan poblado y globalizado, sin perder la salud y paz luchando por algo que tal vez no tenga solución, sino adaptación.

A la izquierda, "Composición A", de Piet Mondrian, 1920.
A la derecha, "Silla roja y azul", de Gerrit Rietveld, 1923, hecha especialmente como una relectura de la obra de Mondrian.


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