domingo, 11 de agosto de 2019

Montserrat - divinidad terrenal - Cataluña



Los dedos, el gigante, el camello, las nubes de azúcar. El orgánico representado en las rocas de Montserrat. Normal...no las vemos como rocas, sino como seres, vivos, hablantes. Ellas me abrazaron. Hablaron conmigo, e yo las escuché con el oído del alma. Me acogieron como regazo de madre, en su dureza encontré suavidad, encontré más un poquito de Dios. El Dios con quien hablo y me contesta en silencio.

Los "dedos" de Montserrat, cuyos vientos acarician mis cabellos como suaves manos de madre.
El "gigante" que te observa y te acepta.
Mucho mayores que yo, pequeña hormiga, pero era como se agachasen para besarme, para olerme el pelo, para mirarme las pecas de las mejillas - tan parecidas con las manchas de sus paredes. Amables gigantes, que me podrían pisar y hacerme desaparecer, pero esquivan sus pasos para abrir espacio y dejar que el hombre construya sus pequeños sueños en forma de edificios, de trenes, juguetes terrenales que osan desafiar el eterno.

El edificio donde se coge el funicular para subir casi verticalmente a 760 metros por encima del nivel del mar.

Vista desde la Cruz de San Miquel.
Camino por tus senderes bajo tus pies, ora protegida por tus sombras, ora fastidiada por el Sol que permites que me queme la cara. Y cuando el Sol me toca los ojos, miro hacia arriba y te veo rodeada por rayos que parecen anunciar la llegada de un Salvador.

Arquitectura natural, perfecta, recóndito para nuestros ancestros más lejanos, seres puros de una espiritualidad ingenua y verdadera, y hoy contemplación divina para los abrumados seres modernos en los cuales nos convertimos. Tus curvas parecen blandos bloques de espuma disfrazados para que no se descubra de inmediato tu dulzura.

Camino por tus senderos, ora bajo el Sol, ora bajo la sombra.
Y cuanto más pienso que caminé, más majestuosa te veo y parece que creces.
Abrigas entre tus brechas a los bichititos, tan delicados como los hombres que buscan cobijo entre tus entrañas. Permites que los más aventureros suban por tus paredes, inocentes seres blandos que desafían la firmeza de tu constitución. Nos ve y sonríes discretamente. Como la leona que permite que sus cachorros suban en ella, la muerdan y entrenen para ser futuros cazadores y sepan defenderse en un mundo lleno de peligros reales: los propios hombres.

Querida Montserrat, ¡inspírame! Ayúdame a escribir con el corazón y a tocar otros tantos. Hazme percibir que puedo vivir tranquila como tú, que vives siglos tras siglos sin preocupaciones. Que mi profesión pueda tener el mismo impacto que tuve al contemplarte de cerca la primera vez, no para mí orgullo, pero para que yo pueda llegar a la vejez con la sensación de haber bien aprovechado los dones que me fueron regalados y sirva de algo mi experiencia para, al menos, mi hijo.

Permites que construyamos nuestros juguetes humanos bajo tus pies.
No nos damos cuenta de lo frágiles que somos? Mejor que no...
Se disfrazan de nubes de azúcar, de bloques de espuma para que no las temamos tanto.
Luces que vienen del espacio revelan tus faces.
Ahhh...querida Montserrat, dueña de magias, que das la oportunidad a los hombres de percibir la eternidad en tus bloques majestuosos, que das cobijo a quien quiera, y asombras aquellos que tardan a despertar de su ceguera espiritual. Como Dios, estás allí para quien quiera aceptarte y adorarte. Visión divina que solo pierde en austeridad para el propio Creador. Te acepto, y hábleme Dios a través de ti. 

Habla, que te escucho.
Te siento...
Dios habla conmigo a través de ti. Gracias.
Creamos nuestros juguetes, nuestras vanidades.
Fotos: Arq. Maria Pilar Arantes

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