viernes, 11 de septiembre de 2020

Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. (Lucas, 2:19)

El objetivo de la entrada de hoy no es hacer proselitismo, sino, como madre que soy, hacer una reflexión, ofrecer un punto de vista diferente a la hora de observar la arquitectura creada para homenajear uno de los más importantes personajes de una de las tres grandes religiones del mundo: María, madre de Jesucristo, en acuerdo con tradición de la iglesia Católica Apostólica Romana. 


Ser madre no es una tarea fácil, principalmente cuando tu hijo es varón. Preparamos nuestros hijos para el mundo, sea hombre o mujer, pero los hijos varones empiezan más temprano a salir de nuestro regazo materno de lo que parece que estamos preparadas para soportar.

Jesús con los doctores de la Ley. Autor anónimo, siglo XVII, oleo sobre cobre.

En acuerdo con la historia bíblica, cuando Jesús tenía tan solo 12 años, en cierta ocasión se había desagarrado de sus padres para buscar el conocimiento junto a los doctores y ancianos (Lucas 2:51). Me lo imagino el agobio sentido por sus padres, pero especialmente por su madre María.


María guardaba en su corazón todos los hechos (Lucas 2:19), las profecías que decían sobre su hijo e incluso los pensamientos que le venían a la mente al contemplar tanto movimiento alrededor de él, y sobre todo guardaba en su pecho los presentimientos que toda madre tiene a respecto de sus criaturas.


En la tradición católica María tiene poder de interceder junto a Dios por los vivientes y por los que ya se fueron, y eso impulsó, entre otros motivos, a la construcción de muchos templos con la finalidad de adorarla.

La tradición de rendir homenaje y prestar culto a los dioses es tan antigua cuanto la especie humana, y el periodo desde los templos griegos hasta los avances de la ingeniería romana que permitieron erigir edificios cada vez más verticales marcaron nuestro tiempo. Desde entonces, la construcción de iglesias en homenaje a la madre de Jesucristo llegó a altos niveles de creatividad por todo los países por donde el cristianismo prevaleció. Y en España los templos que recibieron los nombres de “madre de Dios”, “mare de Déu”, “nuestra Señora”, “purísimo corazón de María” y tantas otras denominaciones distintas en homenaje a María se encuentran en todos los estilos arquitectónicos distribuidos por nuestro hermoso territorio español. 

Iglesia románica de Sant Pol de San Joan de les Abadesses, Girona, Cataluña.

Cuando visito a una obra arquitectónica no veo solamente a un edificio y sus piedras. Veo a su alma, el alma de su arquitecto y de sus constructores, veo la esperanza de un pueblo y otras tantas veces la codicia del hombre, claro.


Con relación a las iglesias en homenaje a María, todas proyectadas por hombres (sí, aquellos varones que temprano dejaron el regazo de sus madres), suelo contemplarlas con cuidado buscando indicios de lo cuanto de consciencia a respecto del sentimiento materno tenían sus proyectistas. ¿Dónde estará el detalle que demuestra que aquel hijo, ahora arquitecto o constructor comprendió aunque sea un 10% del sentimiento materno?  Me sorprenden las innovaciones, los materiales, la decoración, los vitrales, las esculturas, los artesonados, las proporciones y tantos otros elementos visuales riquísimos. Todavía no fui sorprendida por algún detalle que pudiera demostrar algo más profundo del corazón materno.

 
El Pla de Santa María, Cataluña.

Seguro que muchas madres estarán en acuerdo conmigo y otras tantas no, pero, para mí, la iglesia que mejor refleja el alma de una madre como María, es una iglesia sencilla, pequeñita, sin excesos, sin lujo, no muy alta. Pero al mismo tiempo una iglesia robusta, fuerte y sólida. Creo que describo a una iglesia románica…


No veo el carácter más íntimo de la madre fue María en iglesias como María del Mar en Barcelona, ni siquiera en Mare de Déu de Jujol en Montferri, tampoco en la iglesia del Monasterio de Santa Maria de Poblet, a pesar de que las adoro y las veo maravillosas. Son creaciones del ingenio humano, de varones, pero no de hijos que hayan comprendido el corazón de una madre (¿y será posible que cualquier uno lo comprenda?).

Iglesia de San Vicen de Torrello.

La madre del hijo varón sufre en silencio, porque no puede dar a entender a aquel que un día fue su bebé cualquier mensaje que no sea la creencia en su fuerza masculina. Está en el destino del hijo alejarse de su madre, y en el de su madre lo de observarle desde lejos, así como estaba en el destino de las iglesias románicas el recogimiento, el aislamiento, la soledad.


Su hijo sabrá que su madre siempre estará ahí; pero como un hereje que difícilmente vuelve a la iglesia, volverá a buscarla solo en situaciones muy concretas…entre ellas, la última: el día de su muerte.

Guimerà.



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